viernes, 2 de julio de 2010

Mundial 62 - Un Mundial convertido en una carnicería


El del 62 debía ser el Mundial de la superación, del esfuerzo de un país que trabajando contrarreloj intentó estar a la altura del acontecimiento. Sin embargo, el campeonato de Chile terminó convertido en una carnicería que lo convirtió en el mundial más violento de la historia.

Tan sólo en los primeros 4 días de competición habían caído 50 jugadores lesionados, un record no superado hasta la fecha. Uno de los ejemplos más dramáticos de la saña empleada en el torneo se vivió en un Yugoslavia-Unión Soviética de la primera fase. El delantero plavi Mujic propinó al defensa Dubinsky una patada sin balón que lo provocó una fractura abierta de tibia y peroné. Con el paso de los meses, la lesión se complicó, la fractura no curó bien y al soviético le diagnosticaron un tumor maligno en la pierna dañada. A los 34 años, Dubinsky perdía la batalla contra la enfermedad y fallecía.

El partido paradigmático de la violencia imperante fue el Chile-Italia de la primera fase, encuentro bautizado, sin exageración alguna, como “la batalla de Santiago”.

El ambiente del partido ya estaba enrarecido desde varios días antes de su comienzo. Los corresponsales italianos habían tachado a Chile de país subdesarrollado y tercermundista en sus crónicas, olvidando mencionar la terrible situación que vivía el país tras el terremoto de Valdivia del 60, el mayor registrado en la historia. El seísmo había devastado buena parte del país y los organizadores, lejos de rendirse, hicieron enormes esfuerzos para tener los estadios terminados a tiempo de acuerdo a los parámetros de la FIFA, pero todavía quedaba mucho por hacer en la reconstrucción del país.

Las críticas italianas encendieron los ánimos y el partido arrancó a patada limpia desde el primer minuto, de hecho la primera falta se señaló a los 12 segundos. En el minuto 7 el italiano Ferrini, expulsado por el colegiado inglés Aston, tuvo que salir del campo arrestado por la policía. En el 38 el transalpino Mario David derribó a Leonel Sánchez y comenzó a propinarle goles mientras éste estaba tendido en el suelo. En medio del posterior tumulto, Sánchez, hijo de un campeón de boxeo, le rompió el tabique nasal a David de un derechazo. El árbitro, superado por los acontecimientos, decidió dejar sin sanción ambas acciones.

Más adelante, Aston reconoció que estuvo tentado de suspender el encuentro, pero decidió continuar para evitar un tumulto mayor en las gradas. Él excusó su controvertida actuación alegando que aquello no era un partido sino una contienda bélica ingobernable.

El italiano David, con los huesos propios de la nariz fracturados buscó la vendetta minutos después y cazó a Leonel Sánchez con una patada en el aire. Esta vez sí, Aston lo expulsó.

Tras una sucesión interminable de refriegas y tánganas, el partido concluyó con victoria chilena por dos goles a cero. La magnitud de la reyerta fue tal, que el periodista David Coleman, que retransmitía los partidos en diferido para la BBC, arrancó la locución de ese día así: “Buenas tardes, el encuentro que van a presenciar es la exhibición de fútbol más estúpida, espantosa, desagradable y vergonzosa, probablemente, de la historia de este deporte.”

La extrema violencia vivida en Chile continuó 4 años después en Inglaterra, con marcajes sobrecogedores sobre Pelé, al que trituraron a faltas o el célebre encuentro de cuartos entre Inglaterra y Argentina.

Todo cambió en el 70. La FIFA había introducido en uso de las tarjetas y sin embargo los árbitros no mostraron ni una sola tarjeta roja en todo el torneo. Hubo que esperar 4 años para que el chileno Carlos Caszely viera la primera roja de la historia de los mundiales.


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